Ocaso.

Esperaba siempre que las cosas ocurrieran, nunca iba más allá del bosque porque me daba miedo desconocer lo que allí hubiera. Las mañanas soleadas empezaban con el trino de las aves y el café caliente, era interminable.

Un día tuve que dejar de hacer lo mismo para conseguir mi propia vida, se logró, pero de una manera en la que no existía la conformidad, ni la inconformidad. Vivía.

 Alguna vez me cuestioné, sin embargo caía en un sueño profundo y al día siguiente todo quedaba olvidado. Llorar era la solución más desahogadora, otras veces, hablarle al viento podía ser motivador, pero era eso, sólo una charla sin respuestas.

Hoy, cuando el cielo se torna rosa y las estrellas anuncian su presencia,  cuando mi  gata se posa sobre mis piernas en busca de mimos, me digo a mi misma: ya no hay más, esto es lo que escogí. El ocaso se acerca.





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